En la actualidad, el vivir de prisa caracteriza a las personas que por lo regular
habitan las grandes ciudades; la “era de la inmediatez” obliga a los individuos a
llevar una vida agitada; caminando a marchas forzadas, anhelando logros
“urgentes”, que generalmente son superfluos. Ante este escenario, desde hace
ya más de veinticinco años, comienzan a surgir propuestas por parte de grupos
y organizaciones que invitan a llevar una vida más plena; en la que cada uno
sea capaz de tomar el control de su propia existencia; entre ellas, el
Movimiento Slow (Petrini 1986), que pretende alejar al individuo de una vida
estandarizada y acelerada; recordándole que no está desprovisto de
emociones y sensaciones. Esta tendencia se traslada a varios aspectos de la
vida: la ciudad, la comida, la escuela, e incluso el turismo; de tal forma que el
llamado Slow Travel promueve un turismo sin prisas y sustentable; una filosofía
que aboga por integrarse en el lugar de destino, comunicarse con